Leí en un periódico un artículo-queja sobre el por qué no llaman los hombres después de “conocer” a una mujer en un bar/antro. Cabe señalar que me pareció bastante deprimente que sea una mujer profesionista la que se ponga a “reclamar” y lo que es peor aún a dar consejos a los hombres del por qué SÍ deben hablarle a la mujer con la que se toparon una noche -en unas horas- para no herir sus sentimientos.
La periodista que escribió este artículo dice que las mujeres quedamos desesperadas ante la esperanza de esa llamada del tipo al que conocimos en el antro, que no hacemos más que mirar al teléfono, que nos ponemos de malas porque esa llamada nunca llega e inclusive que ya no salimos de nuestras casas esperando el ring del teléfono. ¿Lo dice en serio?
No se de qué mujeres hable esta periodista, de quiénes se trate. Tal vez una especie que inicia su “peligro” de extinción. Sí en extinción. Porque afortunadamente en estos días la liberación femenina comienza a dar sus más frutos, y no me refiero a la definición vulgar del término en el que se cae, sino al derecho que se forjó sobre nuestro pensar, actuar, sentir, decidir y expresar de manera libre.
Y comentario al margen, esto no quiere decir que sea andrógina, no va por ahí. Sino a que no podemos ponernos en la postura que plantea esta señora de “pobrecitas mujeres que nos quedamos esperando a que el príncipe azul galope hasta nuestro balcón y jure amor eterno” cabe aclarar que este “príncipe” lo conocimos en un antro, en medio del desmadre y seguramente con unos tragos encima con lo cual también seguramente no estaba esperando encontrar a su amada dulcinea sino todo lo contrario, alguien con quien tener sexo si que es tiene suerte esa noche. Esta periodista se nos fue, de plano la perdimos porque se refiere a mujeres de 30 años y/o mayores, ni que estuviéramos en la secundaria. ¿¡Qué le pasa!?
Las mujeres de 30 que yo conozco, son mujeres independientes, chambeadoras, que se mantienen por ellas mismas. Mujeres que no necesitan tener un marido sólo para que las mantenga sino a una pareja; incluso ni siquiera piensan en matrimonio como el fin y objetivo único de sus vidas. Son mujeres inteligentes, seguras, cultas, que viajan, se divierten, que lo pueden pasar bien sólo estando, que prefieren una cena y una buena conversación a ponerse borrachas en el antro tratando de ligar al primer hombre con pose de galán. Son mujeres que al igual que los hombres eligen cuándo, con quién, cómo y dónde si es que quieren llevar a alguien a su cama.
Las mujeres de 30 que yo conozco -mujeres decididas, sin prejuicios- no se sientan a esperar una llamada. No son como las que pinta esta mujer: que hay que marcarles al otro día sólo para no hacerlas sentir inservibles y usadas por un macho. No. Tampoco son como las que describe y a las que se les debe regar un perfumito para que disculpen al hombre por tremenda descortesía de olvidar marcarles al día siguiente.
¿Pues en qué mundo vive? O que de plano ella seguirá sentada y escribió el texto con la esperanza que el tipo al que vio el fin pasado lo lea y le llame? Señora: si no le llama es porque no quiere, por eso es que los hombres no llaman.