Un espacio de tiempo infinito

11.12.2009

Era un día normal

La jornada de trabajo había terminado y la mujer regresaba a casa. Repasando en sus pendientes recordó la parada obligatoria de los martes, la tintorería. En el estacionamiento estrecho del local, debió hacer algunas maniobras para dejar el coche lo suficientemente alineado para no estorbar la rampa para silla de ruedas y permitirle al conductor del auto de junto ingresar a su vehículo.

Segundos de sincronía hicieron que se topara con el extraño.

Ella: -¿Te estorbo? Ya sabes que las mujeres pensamos que traemos un tráiler y la estacionada no es lo nuestro

Él: -No te preocupes, si tengo espacio.

Y con una linda sonrisa él esbozó un gracias al mismo tiempo que ingresaba a su auto

La mujer entró al establecimiento tomó la ropa y salió. En el primer semáforo ambos autos se alinearon. Cruzaron miradas mientras ella se sonrojaba e intercambiaron una leve sonrisa. La luz verde se encendía y los autos arrancaron a la par y continuaron así algunos metros hasta que la direccional derecha se alumbró. Una señal de adiós separó los caminos, y en un día cualquiera un extraño -con un sencillo gesto- se despedía de esa mujer haciéndolo el martes el mejor de la semana.