¡Qué miedo!
El cine es una de mis pasiones, por lo que trato de ser muy flexible y ver cualquier género.
Un día de tantos fui con Pao al cine a ver una película de terror, "La casa de los muertos". Ya el nombre dice mucho, pero yo de terca y macha dije si, de hecho desde la taquilla el chico que atendía nos advirtió lo mala que era, pero decidimos arriesgarnos.
Entramos diez minutos antes de que iniciara la función y la sala estaba casi vacia -otra señal divina-. Después de los cortos y anuncios acostumbrados la pantalla es sólo para tan esperado filme.
Debo confesar que empezó muy mal - toda la película es espantosa- y hasta ese momento no brincaba de mi asiento. Minutos más tarde me incrusté en el hombro de Pao y creo que hasta le quise arrancar el brazo del susto.
Cierto es que me espanto de cualquier cosa, pero más que eso fue la cara tan horrible de los zombies o momias que perseguían a los chicos estúpidos pero lindos de la cinta; además no me gusta que salgan con la cara medio deforme y babeando cosas verdes y asquerosas.
Nota para Pao: ¡Sólo fue eso eh!
Por fin mi acompañante de cine se dio cuenta de mi sufrir y tras cinco o seis veces de preguntarme si me quería ir , terminé aceptando. No quería que en la noche soñara con esas cosas feas saliendo de mi cama así es que no vi el final, pero seguramente no me perdí de nada bueno.
Perdón pero fue más fuerte que yo.