Ya son dos noches más a fuerza que de ganas que duermo en la misma y diminuta cama individual junto con mi hermana Karina; las razones han sido entre el frío y la visita de mi abuela a casa. Y justo ayer compartiendo mi cama me acordé cuando éramos pequeñas (tanto en edad, talla y peso) nos mudamos de casa y mis padres decidieron que sólo tendríamos un cuarto para compartir. Ahí empezó nuestra verdadera convivencia.
Cuando llegó la mudanza fue super chido, empezamos a "decorar" el cuarto, delimitamos zonas de acción, nos apropiamos de los espacios y de los muebles que entraban. Al principio dormíamos en una cama matrimonial con esos mamelucos horribles color rojo y blanco que me hacían ver sobre todo a mi ridícula, pero que para mi mamá eran muy lindos y además arropaban mucho.
Cuando las camas individuales llegaron fue toda una experiencia, por fin después de 8 años de vida tendría mi propia cama para mi solita wow. Lo que pasó en realidad fue que las primeras noches bajamos los colchones al piso y aún teniendo la posibilidad de dormir cada quien en su cama, seguiamos durmiendo juntas ja ja ja.
Poco a poco Karina se acostumbró a dormir con ella y los colchones ya no visitaban el suelo tan frecuentemente y obvio ya no dormíamos juntas. Para mi fue un shock sobre todo por mi miedo a la obscuridad. Cuando me entraba el pánico y dormía con Karina era muy sencillo, simplemente me acercaba a ella o la abrazaba y listo; o la despertaba y le pedía que prendiera la luz -sí yo, la hermana mayor, la que se supone debe proteger a su hermanita y que es más macha por ser más grande; sí lo confieso soy una maricotas para eso de la obscuridad, sí a mis 27 debo tener una lamparita de buró por si el coco se aparece-.
Cuando cada quien dormía solita fue un reto, aún cuando sólo nos separaba metro y medio, en ese momento tenía que armarme de valor, pararme y cruzar esos cientocincuenta centímetros para decirle a mi hermana: ¿me puedo dormir contigo? es que me dio miedo. La cara de mi hermana siempre era la misma: mitad soñolienta mitad molesta, pero siempre movía la cabeza y decía Sí. Y ahí estaba yo, una vez más salvada por mi hermana pequeña.
Ya pasaron algunos años y mis migraciones cesaron. Ahora después de mucho vuelvo a dormir con mi hermana muy a su pesar, medio incómodo porque las camas siguen siendo individuales pero las edades, peso y talla han aumentado. Hoy amanecí medio adolorida por lo incómodo del espacio y medio melancólica porque en una semana se va a Canadá.
Se que no es mucho tiempo, sólo son 45 días, pero es la primera vez que se va tanto tiempo y ¡demonios! si que la voy a extrañar: las pláticas de la noche, o ver a un "bulto" en las mañanas roncando mientras me preparo para irme a la oficina, el desmadre que tiene en su parte del cuarto, su celular sonando a altas horas de la noche, sus risas, los pleitos, que se tarde tanto en salir, en fin... voy a extrañar a mi hermana alias, gorda, animal, montse; moncho, chikis o el enano para sus cuates.
Durante mes y medio voy a voltear a decir buenas noches y sólo estarán sus monitos encima de la cama. Creo que haré un bulto con su almohada debajo de las cobijas porque si no creo que lloraré. Tal vez toda mi ropa sucia la acumule en su sillón para pensar que sólo va a llegar tarde, o quizá imprimiré una foto suya y se la pondré a la rana esa que tiene para saludarla y hacerme a la idea que ahí está y que como siempre sólo me da el avión y por eso no me contesta jajaja.
Te quiero hermana.